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LA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70

 

La vida cultural y literaria de España tras la Guerra Civil española (1936-1939) está marcada por dos hechos: la ruptura con las manifestaciones literarias anteriores y el exilio de una gran parte de nuestros escritores (Juan Ramón Jiménez, Salinas, Alberti, Cernuda…).

1) LA LÍRICA EN LOS AÑOS CUARENTA

Durante estos años, los efectos de la Guerra Civil están presentes en los temas de nuestros poetas. Hay una rehumanización de la literatura: el ser humano y sus circunstancias existenciales son el centro de interés de las obras literarias. En los poemas se expresan la angustia personal, el caos y el dolor producido por la guerra.
En esta década, en España hay dos tendencias poéticas de signo opuesto, denominadas por Dámaso Alonso poesía arraigada y poesía desarraigada.
La poesía arraigada (o tendencia garcilasista) no pone de manifiesto la trágica realidad de la guerra ni sus consecuencias, sino que se refugia en un mundo intimista, en el que predominan la armonía y el orden. Trata temas heroicos, religiosos, familiares y clásicos (amor, belleza) a través de un lenguaje culto y recurriendo a metros y estrofas clásicas (soneto, canción, oda). Sus poemas se publicaban en la revista Garcilaso. A esta corriente pertenece un grupo de poetas que se identifican con los ideales de los vencedores de la guerra y que se denominan juventud creadora. Sus principales representantes son Luis Rosales, Leopoldo Panero y Dionisio Ridruejo.
La poesía desarraigada expresa con un lenguaje violento la desesperación y la angustia del poeta en un mundo desventurado. Esta tendencia se aleja del clasicismo y lo tradicional para ofrecernos una visión más pesimista de la vida: el desaliento del ser humano, la angustia y el dolor de las personas que se hallan sumidas en un mundo caótico y falto de esperanza. Los principales poetas de esta tendencia, que publican en la revista Espadaña, son Victoriano Cremer y Eugenio de Nora. Sin embargo, los dos libros que mejor definen esta corriente son Sombra del paraíso (1944), de Vicente Aleixandre, e Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso, ambos pertenecientes a la Generación del 27.

2) LA POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS CINCUENTA

En la década de los cincuenta, en España se escribe una poesía de denuncia de las injusticias, de ausencia de libertad, de opresión y de acercamiento a las realidades menos amables de la existencia. A este tipo de poesía se le ha denominado poesía social, en la línea de lo que en la novela se denominará Realismo Social. El lenguaje se hace sencillo para poder ser entendido por todos, los temas se acercan a las preocupaciones de la gente de la calle y los autores intentan que lo más importante de sus poemas sea el mensaje que pretenden transmitir, es decir, el contenido, por encima de la forma poética. Por ello, emplean con frecuencia el verso libre y el versículo, aunque esto no impide que los poemas tengan una cuidada elaboración formal.
Los poetas más importantes de estos años son Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro.
· José Hierro (1922-2002) es quizás el más independiente, ya que no se le puede encuadrar totalmente en la poesía social. En 1947 publica sus primeros libros: Tierra sin nosotros y Alegría. Sus obras posteriores, Quinta del 42, Cuanto sé de mí, Libro de las alucinaciones y Cuadernos de Nueva York, entre otras, trazan una trayectoria poética marcada por una temática hecha de recuerdos melancólicos, paso del tiempo, amor a la vida…
· Gabriel Celaya (1911-1991) —su verdadero nombre era Rafael Múgica—, es el principal autor del realismo social de esta década. Sus comienzos románticos dejan paso a Tranquilamente hablando (1947), de lenguaje más coloquial. Sigue la tendencia social en libros como Las cartas boca arriba (1951) y Cantos iberos (1955). A partir de los años sesenta su poesía será más metafísica.
· Blas de Otero (1916-1979), se convirtió en uno de los poetas de mayor resonancia internacional. Su obra destaca tanto por la angustia e inquietud de su contenido como por la fuerza y crudeza de su forma. Cántico espiritual (1942) lo adscribe desde muy pronto a la poesía social. Le siguen Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). La principal de sus obras, y quizás la más representativa de las preocupaciones sociales, es Pido la paz y la palabra (1955). 

En esta etapa tan diversa que va de 1940 a 1955 aproximadamente, se suele incluir también, por sus últimos años, a Miguel Hernández (1910-1942), representante de la generación rota por la guerra. Por edad no puede incluirse en la Generación del 27, pero al haber mantenido estrechas relaciones con estos poetas y su muerte temprana hicieron que Dámaso Alonso lo llamase “genial epígono”.
3) LA POESÍA DE LOS AÑOS SESENTA
La poesía social de los cincuenta extiende su influencia a través de los años sesenta, ya que su importancia social, estética e histórica es innegable. De todos modos, se comienza a percibir un cierto agotamiento de los temas y de las formas, con lo que algunos autores, aun siguiendo con el realismo social, pretenden buscar nuevos caminos poéticos. Entre los rasgos que caracterizan esta nueva poética podemos señalar:
- Rechazo del realismo social, al que consideran agotado en sus formas, en sus temas y en su eficacia para transformar la realidad. Ahora recuperan el intimismo, lo cotidiano.
- En cuanto a los temas, estos poetas indagan en su experiencia personal (la infancia, la adolescencia, el amor, la amistad, la soledad, el paso del tiempo o la naturaleza).
- Dignificación del lenguaje poético: aparece un nuevo lenguaje poético, más elaborado que el de la poesía social.
Este grupo está formado por “los niños de la guerra”, cuya nómina es muy extensa: Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, José Mª Valverde, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez
· Ángel González (1925-2008). Se trata del mejor representante de la poesía social de los sesenta, ya que su obra es la continuación de los temas y las preocupaciones de Celaya o Blas de Otero. En su poesía encontramos también el tema del amor como uno de los predominantes, por lo que su poesía representa el paso de la poesía social a nuevos tonos. Inicia su andadura con Áspero mundo. Más tarde, la ironía se convertirá en uno de sus rasgos más destacados. Otras obras importantes son Palabra sobre palabra (1965) y Tratado de urbanismo (1967).
· José Manuel Caballero Bonald (1926) introduce en su poesía su propia biografía. Entre sus obras destacan Las adivinaciones (1952), Vivir para contarlo (1969) y Laberinto de fortuna (1984). En su obra aparece Andalucía frecuentemente. Utiliza un lenguaje barroco y muy cuidado, sin olvidar el tratamiento de temas sociales.
· Jaime Gil de Biedma (1929-1990) cultiva una poesía sincera y honesta, cercana a las preocupaciones cotidianas. Su lenguaje es coloquial y cotidiano. Su poesía destaca por la claridad y la fina ironía que sabe imprimir el autor en cada uno de sus poemas. Entre sus grandes obras destacan Compañeros de viaje (1959) y Las personas del verbo (1975), una recopilación de sus poesías.

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